En 1919, cuando la epidemia de influenza mató a 40 millones de personas en el mundo, hubo un médico en E.E.U.U. que visitó a muchos granjeros para ayudarlos en lo posible. Muchos contrajeron la enfermedad y murieron. Pero este médico llegó a casa de uno de ellos y para su sorpresa, toda la familia estaba sana. La explicación que recibió el doctor fue que la esposa había colocado cebollas sin pelar en diferentes habitaciones de la casa. El galeno no podía creer lo que estaba escuchando y pidió ver una de las cebollas para revisarla bajo el microscopio. En efecto, descubrió que el virus de la influenza estaba adherido a la cebolla, la había absorbido y con ello la familia se había salvado. Existen muchas historias similares, una de ellas, la de la dueña de un salón de belleza quien colocó varios tazones con cebollas alrededor de su negocio. Ni las empleadas o las clientas enfermaron. Sería interesante hacer la prueba la próxima vez que surja una epidemia o simplemente haya
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